AMAR AMANECIENDO

AMANECE lento, 
con la boca inmersa
en el lienzo morado del alba,
mientras sus dedos extienden
las brevedades que dejan los sueños, 
como pañuelos de color,
sobre la sábana blanca.
Observa taciturno sus manos,
que ahora son alas
plumadas de verde,
mientras la materia fulgurante
del sol,
rompe el manto de las hojas,
sobre el suelo de tierra,
ahora, repleto de estrellas.
El no habla y se zambulle
con brío ,
en el abrazo de la mujer
que duerme a su lado
cada noche.
El no tiembla, pero sí los astros
que presencian su danza,
impávidos, atentos al fuego,
a la señal del vértigo
que ha sido hoy,
siempre, el refugio de las piernas,
coronas del día, oleos del amor,
entre una mujer y un hombre
que respiran
el uno, a través del otro.
  


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