AMOR DE UMBRAL

En el cuerpo del amor canta un gallo insomne
y su amanecer ámbar perfila la voz del alba.
Estoy solo.
La razón de mi amada discurre en-ajeno hueso
y a mi ser llaman rayos, hurracas
o algún puente humano que nunca cruzo.
Las paredes hablan, te nombran
cubiertas de blanca ira, de labios, de lagartijas.
Estoy, decididamente solo
en el centro del árbol hendido de rubios peces
que impactan sobre la alfombra.
Tus ojos anidan frases que vestiré con deseo.
Tu amor de rellano abierto
me hace posible entonces, ayer o mañana,
porque en tu cielo y mi abrazo
hay miles de grillos torpes que afinan su voz partida.
¡Amanece ya, de una vez!
A pesar de mi soledad huelo el café,
el pan, los gladiolos impuntuales
y los eternos manteles, donde un zorzal te llama
una vez y otra vez.
He amado tantas veces
que aún sintiéndome solo me entrego a tu fiel aroma.
No soy aquel que amabas. Soy otro, repentino
abrupto de piel salitre que declina las querencias.
Soy, acaso, la sombra del bien amado,
la nostalgia de un beso enorme, como el mar.
Tu eras mi ría.
Yo simplemente te amaba.

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