EL AMOR, LA LLUVIA

Las ramas del árbol se abren al cielo
como incontables brazos
de tersa bravura.

Dame la vertiente de tu voz
que hace arder al viento.
Dame la quietud de tu firmeza
que hace arder al tiempo.

El tiempo
que todo lo templa
como a un instrumento
me estampa de luces
de marcas y pliegues.
El tiempo
que labra las piedras
como un relojero
me talla los dedos
los gestos y el alma.

Estoy lleno sombras
y premuras
pero me quedo 
en el cuenco de tus ojos.
No quiero que te vayas
aunque la lluvia me acompañe
alguna tarde 
que aun no ha sucedido.

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