EL LABERINTO



ÉL antes moraba otra casa, de dulces pasillos y patios abiertos, de pétreas baldosas y recios arbustos.
Con oficio de orfebre talló cada piedra, cada acceso de luz a las almas benditas que con cada día rociaba de amares. Este había sido su hogar verdadero, de fieles columnas y claras estancias. Su sangre corría por cada cimiente, por cada pestillo y por el jardín. Pero un día, ciego de ardores, sus cauces se fueron siguiendo visiones, probable horizonte de margen finito. Él sabía que después del ciclón la nada se haría. Que después de la lluvia vendrían días aciagos de vértigo y rabia, de andar sin espejos con hombros prestados.
HOY, a tanta distancia recuerda aquel cielo con ojos de sombra, oprime su ceño, aprieta las manos y queda en silencio, oyendo al gorrión que retuerce frontales. Piensa, piensa...
...algún día la lluvia otra vez le será compañera y hará que el gorrión vuele libre, sin pausa al destino.

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