EL CRISTAL ROJO

MIRO a través del cristal rojo del zaguán
y percibo la silueta de la gente que pasa
bajo la lluvia en una y otra dirección.
Mis dedos pequeños acarician los
bultitos rojos del cristal translúcido.
Están fríos ¿Sabes, Hermano?
Tengo frío detrás de la puerta de entrada,
del zaguán y del cristal de escamas rojas.

Mi cuerpo tiembla al pensarte desnudo,
jadeando como un pez en el barro,
sin poder respirar ni remitir los abrazos;
sin poder llorar ni descansar ya más.

Hoy llueve
y la gente va y viene como barcos sin timón
con la risa caída y la ropa solapada.
Alguien sin rostro se detiene ante la puerta
y dibuja un pez en el cristal.

Hermano:
Tengo tanto frío en esta casa,
que mi mis huesos quieren dejarme
y seguirte al pozo donde yaces,
desprovisto de nombre y de plegaria.
Pero sé que hay un lugar
donde ruedan las piezas de la eternidad
con un banco de madera
en el que sin pausa ni demora,
me esperas hace siglos.

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