PADRE EN EL VIENTO.

Abro las puertas al margen,
a los días remendados
y al pan endurecido del invierno.

Abro las manos del árbol
la lluvia de su escarcha
y el gris silencio de sus hojas.

Ha llegado el viento
con vientre de tormenta
y manos silbadoras,
con frente de araucaria
y ruido que estremece.

Padre, ha llegado el viento.
¿Lo oyes?
Te llama por las noches,
también de madrugada.
Tal vez porque tus manos
ya no hablan
y viene a rescatarlas.




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