UN SUEÑO

VIENE la lluvia, 
hendiendo sueños,
se queda sin pétalos, 
sin estribor
y sin voz.
 

NAVEGO los pasillos, 
asumo mi acritud 
de tempestades,
y los nervios del agua
degluten los instantes.

MI voz es tan leve, 

tan ciertamente dudosa;
y mis manos,

ávidas de sal, 
se quedan mudas.

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