ALMA DE INVIERNO

No hablo, no respiro, y por mis arterias
discurre un calor húmedo,
que ciega mis dedos y mis manos.
Será la cercanía del mar, del gran azul
que se interna en mis cavernas,
arrasando de mi faz, las hojas sombrías.
Mi voz es, acaso propietaria
de un discurso de plumaje tardío,
redentora de los manantiales,
de las aguas reverdecidas por las algas.
Acaso mi labor deba transcurrir
en sitio umbrío, sin más.

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