AMANECER PRIMERO

De verdad intento que 
el universo horizontal de las gotas
no resuma tu figura,
el territorio de tus dedos alargados,
pensativos.


Lo intento cada día, al despertar,
cuando mis párpados permiten
que la voz policromática del sol
se desangre sobre el suelo de baldosas.


Me incorporo a tientas, lentamente,
y mis pies se diluyen
en el tacto plano, frío, rojo,
del suelo que me engulle.


Cambio de rostro, de lugar,
de silla, de taza y de mirar.

No obstante, no cambia mi pensar,
ni mi razón.
No cambia de esquina el dolor
ni la traición.
 

Y mucho menos cambia,
el vacío que has dejado al marcharte
sin premura ni razón.
Entonces, la levedad me absorbe,
y es todo pasado.

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