GUITARRA NEGRA

Detrás de las hojas observo las cartas,
tus letras escritas, de puño y presencia.

Han paso tantas cosas,
tantas estaciones sin afecto,
tanto vuelo de los dientes,
del rencor amontonado por el suelo.

Pero las rosas, los geranios y el ceibo
siguen su paso hasta las nubes.

¿Acaso los ves?
¿Acaso los oyes gemir en tu nada?
¿Acaso tu brazo ya no se lamenta?
¿Acaso me ves, a mí, que en el
sur del invierno me muero de frío?
¿Acaso, y digo siempre, me recuerdas,
a pesar de la máquina del tiempo
que devora tus ojos, tus pómulos,
tu mirada triste, madre, siempre triste?

Él no regresará. Lo sabes,
Y yo, crucé los mares  para ser
siempre un penitente,
y me extravié en los silos de la pena,
en los graneros del odio,
en las campanas del bosque
donde una rama negra me duele
en los dedos.
Por eso ya no puede vibrar, ni nacer.
Mi guitarra se quedó ciega de sombra
porque tu, ya no la oyes.

 

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