EL LLAMADO DEL VERBO

Y del Norte vinieron las aves oscuras,
preñadas de incertidumbre y deseo,
germinando eternidades, 
ardiendo en el fuego 
de húmeros, que se buscan
día y noche, 
en la sombra de la duda.

Y del sur Austral subía mi acento,
con uñas de coatíes y cóndores.

Y de tu sur, llegaban palabras precisas. 
Un idioma que contiene tu cuerpo,
tus imágenes, tus abalorios y tormentas.
Lo desgrana como a una mazorca,
y lo rescata, de la umbría sal del invierno.

Ahora, estoy sentado en el centro del patio
y observo mi sombra, la masa de los sauces
que lloran sobre el río, entre mis dientes
y señales. 

Observo, luego cierro los ojos,
y tu afectuosa duda llega con las aves del Norte, 
con su corazón disperso en tus labios, 
en el pedernal oscuro de tu sexo,
entre tus cejas,
tendiendo el velamen del sueño
que puede ser árbol,
o sólo, otro espejismo.

A mi amiga y escritora 

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