TODOS FUIMOS

HOY,
amanecí ya pasadas las tres madrugadas, 
suplicio de un sueño que huía de mi cuerpo. 
Yo, en lágrima roja, rezaba de dientes, pidiendo que vuelva, 
diciendo, que no habrá fragua mejor en mi mente, 
para templar sus proyectos futuros.

No escuchaba ya el sueño. 
En mí solamente restaba mirarlo de espaldas, 
mendigarle una brecha de pan de centeno.

A veces, en estas madrugadas, 
recibo al niño que fui, de mi cuerpo. 
El niño que llora, que gime en la noche, 
el niño del alba que espera a Morfeo.

Niño mío, niño azul de caprichos inmersos. 
Malcriado, decente, 
indebidamente de pie 
ante la puerta de alguna trinchera. 

Niño amado, amante, traidor, letrado en tropiezos.

¡Despierta ya, que el sol se aproxima!

¿Y hoy?

Pues hoy le toca un respiro,
un olvido anhelado
de todas sus muertes.

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